#291 [Colaboración en la revista «El Cobaya»]

Comparto por aquí tres poemas con los que he colaborado en la edición número 28 de la revista cultural y poética «El Cobaya», dirigida por el poeta abulense José María Muñoz Quirós, y que fue presentada en sociedad el pasado 18 de abril. Este nuevo número está dividido en dos cuadernillos, el primero dedicado al poeta hondureño Rigoberto Paredes, y el segundo es una antología de poetas abulenses con obra publicada titulada «Ínsula Barataria». Para mí, que creo que jamás me consideraré escritora, autora ni, mucho menos, poeta (o poetisa, como prefiráis, a mí me gusta más poeta) poder aportar mis humildes letras y compartir páginas con unos cuantos poetas de más que reconocido prestigio (tenemos incluso un Premio Cervantes) es un honor, una suerte, un orgullo y un regalo de dimensiones inefables.

Sin más os dejo con mis poemas. Dos sonetos y un poema libre.

I.

En balde callarán las despedidas
cuando bogue camino de mi barca
licenciando a mi vida, a mi monarca,
relamiendo, impedida, mis heridas.

En vano aplacaré el dolor punzante
cuando huya al fondo de mi valle
y, en un instante, mi alma ya no halle
porque mi amor retorne a su vacante.

Y, entonces, sentiré de nuevo dentro
un aullido de lobo malherido.
Seré el abeto anclado a ese verdor

que ve al fuego correr hacia su encuentro,
e, impotente, cree que ha merecido
su destino de muerte por ardor.

II.

Giran mis horas sobre diurnas rocas,
tamiz de fina arena los segundos
de aquélla, la erosión de años fecundos,
hoy edad pulida en mis aristas locas.

Viendo a mi vida transformada, ahora,
‒matiz nocturno añil, fobia orbital‒,
en lluvia rota frágil, frío cristal,
tsunami que jamás mudará a aurora.

Despojo marino que nunca vuelve
es el pasado sanando el presente,
futuro ataviado con anónimo disfraz,

piadoso, él me confiesa y me absuelve,
me da su mano y me empuja a otro ambiente
susurrando «habrá paz, serás capaz».

III.

Deambulo envuelta en inclemencias
junto al gemelar caminante de mí misma
nublando, dubitativo y bullicioso, este minuto.

Sin rumbo, sin norte, sin llegar a lado alguno,
voy, vengo, avanzo, retrocedo,
aparezco y también me compadezco.
 
[De mis miedos, de mis dudas,

mis corajes, mis esfuerzos,

miméticos, dinámicos y endémicos].

Numerando mis borrascas, cuenta atrás y hacia delante,
corre el tiempo, jadeante, sin jamás aproximarse
al final de este escondite inglés de mi reflejo.

Aflojo poco a poco mis lazadas,

 [esas burlas, eslabones de mi elogio].

A lo lejos, escampa sin aliento mi contorno
tras friegas de vapores tormentosos.

Zarandeo mis renglones, retuerzo mis despojos,
y entiendo que soy ínsita a esa condena
de gélidas corrientes apostadas en mi senda.

 

María Eugenia Hernández Grande